El precio de un rollo de 150 metros de alambre de púas, para cercas perimetrales, desató la polémica entre cientos de cubanos.

Fue la internauta Gloria Muñoz del Toro, quien se identifica como guajira (campesina) la que publicó la imagen que provocó su estupefacción.

En la foto, un rollo de alambre se cotiza en una tienda estatal cubana en la nada despreciable cifra de 5760 pesos moneda nacional.

La cubana natural del poblado de Santo Domingo en la provincia de Villa Clara, dijo en su publicación “puedo gritar Alabado como la famosa protagonista de los muñequitos cubanos, para no gritar la palabrita que me pica en la punta de la lengua. ¡Madre mía! ¿Cómo se le ocurre a nadie que un campesino pueda pagar ese precio por un rollo de alambre?”

La cubana hizo además un reclamo al gobierno de la isla que pidió recientemente a los productores renuncias a amplias ganancias por el bien del país.

“Me piden a mi sacrificio, me piden a mi que baje los precios y mientras tus precios siguen clavados en mi sudor, en los cayos de mis manos, en mis horas de sol, en mis noches de desvelo cuidando mis producciones y animales para que no se las roben, en mis días bajo la lluvia o en mis pies húmedos todo la mañana por el rocío sin que logre protegerlos con un par de botas de goma, porque también su precio es de horror”, enfatizó la campesina cubana.

¿Tienen idea (los que ponen estos precios) cuántos rollos de alambre lleva un pequeño cuartón para ganado menor? ¿Cuánto alambre se necesita para cercar los potreros?, cuestionó Gloria Muñoz afirmando que sin temor a equivocarse en el Ministerio de Finanzas y precios laboran “extraterrestres”.

En diciembre pasado, Miguel Díaz-Canel gobernante en Cuba anunció algunas de las medidas que el régimen de la isla ideó para luchar contra la inflación reinante en la mayor de las Antillas.

En el fragmento de su intervención televisado en el noticiero estelar de la Televisión cubana, advirtió: “Hay dos medidas que son indispensables a acometer de inmediato… en primer lugar ir a discusión política con todos los productores y los comercializadores…convencerlos de renunciar a parte de la rentabilidad o ganancias particular o colectiva en función de bajar precios y que la población pueda acceder a la compra de los productos alimenticios y la otra es que el propio pueblo ejerza como controlador de precios”.

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