El “Episodio Ignacio”, que provocó movilizaciones espontáneas en varios hoteles cubanos a raíz de un video difundido por un influencer español, se ha convertido en un nuevo capítulo de tensión entre la narrativa oficial y la percepción popular.

Miguel Díaz-Canel apareció ante la prensa para garantizar que el pueblo, pese al engaño, sigue siendo “el más culto del mundo”, calificando el incidente como "un ejemplo de resistencia cultural ante la desinformación y la manipulación mediática financiada desde Miami"

Según el presidente, el problema no fue la credulidad inicial, sino la tardanza en la respuesta comunicacional y la intervención de la mentira en la vida cotidiana de los cubanos.

Sin embargo, los comentarios en redes sociales reflejan un panorama más crítico y desconfiado. Rosario Ginarte cuestionó la afirmación de Díaz Canel: “Si tratando al pueblo de culto, que ya no lo es, intentan evadir responsabilidades… Todo lo alcanzado se perdió”. Carmen González, con tono irónico, resumió la frustración de muchos: “Pero si le creen al gobierno, cómo no creerle a Ignacio!?”. Luis Morales Cordero destacó la distancia entre la narrativa oficial y la realidad urbana: “De culto, de disciplinado, de estudioso y de trabajador en Cuba va quedando muy poquito, camine las calles de La Habana y tendrá las respuestas”.

Madelaine Hechavarría expresó que la situación refleja las necesidades materiales de la población: “El país completo corre detrás de cualquier cosa aunque sea mentira porque simplemente no tiene nada”.

Otros, como Karel CV, vinculaban la supuesta cultura del pueblo con la falta de libertad: “Si Cuba fuera un país culto hace mucho tiempo sería libre de comunismo”. Mientras, algunos intentaron suavizar el debate con humor, como Loret D Mola: “Jajajaja es mejor reírse que opinar”.

No faltaron quienes respaldaron parcialmente la actuación estatal, como Achy Fedez: “Por primera vez en mi vida encontré normal y le di la razón a un ministerio… porque ¿a quién en su sano juicio le cree a un señor que vive en España?”.

Sin embargo,otros comentarios reflejan desconfianza y decepción hacia el manejo del evento y la calidad del sistema educativo, destacando la desconexión entre la narrativa de un pueblo “culto” y la realidad cotidiana marcada por carencias, incertidumbre y vulnerabilidad ante la desinformación.

El “Episodio Ignacio” evidencia, una vez más, la tensión entre el discurso oficial sobre la cultura y educación del pueblo cubano y la experiencia directa de los ciudadanos, que mezclan frustración, humor, incredulidad y críticas hacia un sistema que, según muchos, ya no logra proteger ni instruir con la eficacia que solía presumirse.

Del perfil de El Lumpen

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