Los muertos del Che

Roberto Céspedes ~ sábado 3 de diciembre de 2022

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Al guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara se le vincula directamente con decenas de ejecuciones durante la guerrilla en la Sierra Maestra y luego en la Fortaleza de la Cabaña.

En su libro “Las Víctimas Olvidadas del Che Guevara”, María Werlau cifra en más de un centenar los fusilamientos confirmados que se le adjudican.

Esta historia, publicada originalmente en el diario mexicano Reforma en 1997, detalla varias de las muertes ordenadas y ejecutadas directamente por el Che durante la etapa guerrillera y su gélida manera de conceptualizar y justificar la impartición de la pena máxima.

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"El caso de Echeverría fue patético porque, reconociendo sus faltas, no quería, sin embargo, morir fusilado; clamaba porque le permitieran morir en combate, juraba que buscaría la muerte de esa forma pero que no quería deshonrar a su familia".

Así describe Ernesto Che Guevara el drama de un joven soldado del Ejército rebelde ejecutado bajo sus órdenes en la Sierra Maestra hace exactamente 40 años, en octubre de 1957. 

Su crimen: comandar una pequeña tropa de asaltantes, mezcla de guerrilleros y bandidos, que operaban en territorio bajo control rebelde. Juzgado y condenado a muerte por un improvisado Tribunal, Echeverría, quien todavía era "un muchacho", escribió "una larga y emocionante carta a su madre explicándole la justicia de la sanción que en él se ejecutaba y recomendándole ser fiel a la Revolución". De nada le sirvió. Tampoco el hecho de ser hermano de uno de los expedicionarios que acompañó a Fidel Castro y al propio Guevara en el Granma para iniciar la insurrección contra Fulgencio Batista. Una implacable descarga de fusilería acabó con su vida. 

Seis años después de aquellos sucesos, el Che Guevara no puede olvidar al joven fusilado. Lo toma como un "ejemplo trágico" en uno de sus "Pasajes de la guerra revolucionaria", una serie de relatos sobre la Sierra de Maestra. Una de aquellas historias, publicada en 1963 en la revista cubana Verde Olivo, se encuentra dedicada precisamente a las ejecuciones de individuos que caían, juicio de Guevara, en cuatro categorías: batistianos, traidores, bandidos y desertores. Para el Che, la muerte de aquel soldado descarriado sirvió a la columna de inexpertos guerrilleros para "que se comprendiera la necesidad de hacer de la Revolución un hecho puro y no contaminarlo con los bandidajes a que acostumbraban los hombres de (Fulgencio) Batista". 

De su puño y letra, el Comandante Erenesto Guevara escribe lo que parece ser un velado Mea Culpa: "Echevarría, aún más, pudo haber sido un héroe de la Revolución, un luchador distinguido como dos de sus hermanos (...), pero le tocó la mala suerte de delinquir en esa época y debió pagar en esa forma su delito".

Las ejecuciones en la Sierra Maestra fueron frecuentes. El Che lo llamaba "el penoso deber de pacificar y moralizar" la zona controlada por los rebeldes. Durante esa misma campaña, recuerda Guevara, cayó también el chino Chang, tristemente célebre por “torturar y asesinar” a varios campesinos en nombre de la Revolución. De la misma manera terminaron dos espías enviados por Batista y un guerrillero que violó a una adolescente "valiéndose de su autoridad como mensajero del Ejército Rebelde". 

Ni siquiera salvó la vida un hombre que había sido la "única compañía" del argentino en algunos momentos de vagar enfermo y solitario por la montaña. Le llamaban "El Maestro" y su delito, amén de "otras inmoralidades", consistió en hacerse pasar por el médico Che Guevara "para abusar de una muchachita campesina" requerida de un examen facultativo.

“Disciplina revolucionaria" para sus seguidores, y "excesos criminales", según sus enemigos, el capítulo de los fusilamientos en el territorio al mando del Che en la Sierra Maestra y, luego del triunfo de la Revolución castrista en la fortaleza militar de la Cabaña, está inseparablemente vinculado a la áspera personalidad del guerrillero argentino y a su controversial visión de concebir la guerra de guerrillas y el rigor revolucionario en época de paz.

La sombra de Eutimio

Una de las primeras ejecuciones verificadas en la Sierra Maestra implicó la participación directa del joven argentino Guevara. Fue el caso del famoso “traidor” Eutimio Guerra. Eutimio, un guajiro que ayudó a la insurgencia en los momentos de mayor debilidad ante la presión del Ejército, se convirtió luego en delator de otros campesinos fidelistas. A cambio de 10 mil pesos y un puesto en el Ejército, según la versión del Che, accedió a matar a Fidel Castro. Estuvo a punto de lograrlo, y de cambiar así la historia reciente de Cuba con sus consecuencias globales. Durante una helada noche de montaña en febrero de 1957, Eutimio le pidió a Castro una manta para protegerse del frío. Como no había otras cobijas, el jefe guerrillero le brindó la suya y durmieron toda la noche muy cerca uno del otro. Armado de una pistola y dos granadas, a Eutimio le faltó valor en el instante clave para eliminar a Castro.

Descubierto y apresado poco después, el campesino fue llevado en presencia del máximo jefe de la guerrilla, quien luego de reprocharle amargamente su traición ordenó el fusilamiento. Eutimio sólo clamó por el futuro de sus hijos. Sostiene el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II en la biografía "Ernesto Guevara, también conocido como el Che", que fue el propio argentino quien apretó el gatillo cuando acompañaba al soldado Universo Sánchez a trasladar a Eutimio fuera de la vista de la tropa. "Yo traía un rifle y entonces el Che saca una pistola calibre 22 y le da un tiro por aquí. ¡Coño, Che, lo mataste! Se cayó boca arriba ahí, boqueando. Y los relámpagos. Aquello era del diablo, horroroso", contaría crudamente Sánchez citado en el libro de Paco Ignacio Taibo II.

En uno de sus relatos publicados en 1961, el Che se refiere también a la muerte de Eutimio, pero sin entrar a describir su participación directa. Sólo cuenta casi poéticamente que se desató una tormenta de lluvias y relámpagos muy fuertes y "al estallar uno de esos rayos, con su trueno consiguiente en la cercanía, acabó la vida de Eutimio Guerra sin que ni los compañeros cercanos pudieran oír el disparo".

Sin embargo, otra vez Guevara parece tener un último gesto hacia el ejecutado: "También es de justicia que sepan que aquel campesino que se dejó tentar por la corrupción e intentó cometer una felonía impulsado por el afán de gloria y dinero, además de reconocer su falta, de no pedir ni por asomo una clemencia que no merecía, se acordó en el último minuto de sus hijos y pidió para ellos un trato benevolente y la preocupación de nuestro". 

¿Sentimiento de culpa? ¿Sangre fría? ¿Apenas un aséptico análisis de la experiencia guerrillera? Ya nunca se sabrá qué pasaba por la cabeza del Che al escribir aquellas líneas, pero lo cierto es que, cuatro décadas después, su intervención en la muerte de Eutimio Guerra todavía resulta un tema altamente "sensible" para sus admiradores en Cuba y el extranjero. Recientemente, por ejemplo, fue suprimida de una película argentina la escena de la ejecución del informante. Se trata del filme "Hasta la victoria siempre", un homenaje del realizador Juan Carlos Desanzo a Guevara al cumplirse 30 años de su muerte. El guión original mostraba el asesinato de Eutimio en una suerte de videoclip sobre la vida del Che en la primera etapa de la Sierra Maestra, pero concluidas las filmaciones el pistoletazo no aparece por ninguna parte.

Los códigos de la Justicia Guerrillera

"La guerra es difícil y dura, y durante los momentos en que el enemigo arrecia su acometividad no se puede permitir ni el asomo de una traición", elaboraba el Che en sus escritos al justificar el "ajusticiamiento" de un campesino llamado Arístidio, cuya única falta había sido "estar en la cerca", es decir, pertenecer al Ejército Rebelde y al mismo tiempo vender su revólver "por algunos pesos" y cuchichear en la comarca que cuando los guerrilleros se fueran haría contacto con el Ejército de Batista.

Tras una "investigación sumarísima", Arístidio fue pasado por las armas. Pero con el paso del tiempo y desde la posición del vencedor, el Che tiene dudas: "Hoy nos preguntamos si era realmente tan culpable como para merecer la muerte y si no se podía haber salvado una vida para la etapa de la construcción revolucionaria".

Y entonces revela cómo la correlación de fuerzas con las tropas de Batista influyó en la suerte de muchos pobres condenados. En aquellas peligrosas circunstancias de una guerrilla incipiente, el campesino hubiera sobrevivido meses antes "por una gran debilidad" de la tropa, o meses después, "por una fortaleza relativamente mayor". Sólo que "Arístidio tuvo la mala suerte de que coincidieran sus debilidades como combatiente revolucionario con el momento preciso en que éramos lo suficientemente fuertes como para sancionar drásticamente una acción como la que hizo, y no tan fuertes como para castigarla de otra manera, ya que no teníamos cárcel ni posibilidades de resguardo de otro tipo", es la teoría de Ernesto Guevara.

Algo parecido ocurrió con Dionisio y Juan Lebrigio, otro caso "doloroso", en palabras del Che Guevara. Campesinos ambos que ayudaron a la guerrilla desde sus inicios, luego "abusaron de la confianza" de la tropa insurgente al apropiarse de los víveres que enviaban a la montaña las redes urbanas de apoyo hasta convertirse en cuatreros y "por ese camino, descender, incluso al asesinato". Siempre según la versión del Che, con el dinero y los suministros hurtados, Dionisio llegó a mantener tres casas con igual número de mujeres. En sus alegatos durante el juicio en la montaña, y adivinando el final cerca, aquel infeliz defendió su vida diciendo "que no eran tres mujeres, sino dos porque una era propia (la esposa)". La ignorancia no lo salvó.

A través de la distancia, sin embargo, el verdugo nuevamente rehabilita en cierta forma a sus víctimas. Aún más, en el análisis post mortem de los hechos hasta llega a reconocer los excesos de esas ejecuciones: "Dionisio o Juan Lebrigio no eran peores que otros delincuentes ocasionales y que hoy, incluso, están en nuestro Ejército".

Otros condenados, por el contrario, se salvaron precisamente por la intervención del Che Guevara. Medardo Cabrera, un ex batistiano que luego se pasó a los rebeldes, recuerda como una vez le perdonó la vida a un "chivato" cuya delación puso en grave peligro a una de las mejores escuadras guerrilleras. Sólo que el hombre tenía ocho hijos y eso, al parecer, suavizó la furia del Comandante. "Se lo trajeron delante y el Che le dijo: 'Usted debe saber que el delito que cometió se paga con la vida. Después de analizado su caso le decimos que a Batista le queda muy poco en el poder y ... si después de ganada al Revolución usted vuelve a cometer este delito entonces nada le salvará. Ahora queda libre", relata Cabrera, hoy un apacible jubilado de 68 años. "El chivato aún vive", agrega para resaltar "el humanismo" de su jefe.

De igual modo se salvaron varios guerrilleros que cometieron faltas castigadas habitualmente con la pena capital. Sus cualidades personales o la propia fortaleza de la guerrillera rebelde inclinaron a su favor la balanza mortal. Otros, como tres jóvenes combatientes de la banda de Chang, fueron sometidos a "simulacros de fusilamiento", pero conservaron vivieron para contarlo. El capitán Lalo Sardiñas, quien mató accidentalmente a un subordinado cuando lo golpeaba con una pistola, sobrevivió también a la ira revolucionaria gracias a la intervención personal del Che.

Para su política de mano dura, ejecuciones y arrepentimientos, el Che tenía su propia teoría. Queda su explicación para la historia: "Estas eran las gentes con que se hacía la Revolución. Rebeldes al principio, contra toda injusticia, rebeldes solitarios que se iban acostumbrando a satisfacer sus propias necesidades y que no concebían una lucha de características sociales; cuando la Revolución descuidaba un minuto su acción fiscalizadora incurrían en errores que los llevaban al crimen con asombrosa naturalidad". 


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