El Gobierno cubano aseguró este lunes que la situación del dengue y la chikungunya avanza “hacia una mejoría en el control” en la Isla, aunque admitió que “todavía la curva” de nuevos casos “sigue en la zona de epidemia”.
La viceministra de Salud Pública, Carilda Peña, declaró en la televisión estatal que los reportes de síndrome febril inespecífico —un cuadro inicial asociado a ambas arbovirosis— disminuyeron un 21% en comparación con la semana anterior, sin precisar el total de pacientes registrados en ese periodo.
En el caso del dengue, la funcionaria reconoció que la semana pasada la tasa de incidencia llegó a 15,25 infectados por cada 100.000 habitantes. Con una población estimada en 9,7 millones, esa tasa equivaldría a alrededor de 1.480 nuevos casos.
Asimismo, se señaló que la Organización Panamericana de la Salud (OPS), a partir de cifras oficiales, había informado que desde inicios de año y hasta finales de noviembre el acumulado de contagios de dengue en Cuba ascendía a 25.995.
Sobre la chikungunya, Peña tampoco ofreció números actualizados de contagios nuevos o acumulados, pero afirmó que los casos han bajado en un 20%. El viernes, los datos oficiales reportaban 44.604 contagios.
En su intervención, la viceministra no mencionó el número de fallecidos, aunque el viernes las cifras oficiales situaban el total en 47 muertes asociadas a estas arbovirosis, con un peso mayoritario en menores de edad. Según Peña, la prioridad del Minsap está en “neonatos, lactantes, embarazadas y jóvenes”.
También informó que la presión sobre las terapias intensivas ha disminuido: actualmente hay 42 pacientes en esas unidades, 12 de ellos en estado crítico, “en su mayoría, menores de edad”. “La tendencia sigue siendo a la disminución”, afirmó.
Las autoridades sanitarias han reiterado que las cifras disponibles reflejan un subregistro, debido a que muchos enfermos no acuden a los centros médicos, en un contexto de deterioro de los servicios públicos. El Gobierno admitió oficialmente la epidemia el 12 de noviembre, pese a que los primeros diagnósticos se remontan a julio y a que el aumento de infecciones se habría intensificado en septiembre y octubre.
El avance de la transmisión, según se reconoce, se ve favorecido por la crisis económica y energética, que afecta la prevención —desde la fumigación y el control vectorial hasta la recogida de basura—, el diagnóstico —por disponibilidad limitada de pruebas— y la atención médica, impactada por la falta de medicamentos e insumos.
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