El régimen cubano ha vuelto a mostrar su incomodidad con cualquier voz extranjera que se acerque a la dura realidad que viven los ciudadanos de a pie. Este 30 de mayo, el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) convocó al Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Cuba, Mike Hammer, para entregarle una nota de protesta por lo que califican como una “conducta irrespetuosa”. Sin embargo, más que una supuesta “injerencia”, lo que realmente molesta a la cúpula del poder es la labor directa y empática del diplomático con el pueblo cubano.
Desde su llegada a la Isla, Hammer ha priorizado el contacto con la ciudadanía, alejándose de los círculos oficiales para escuchar de primera mano las penurias que vive la población: escasez de alimentos, apagones diarios, represión política y falta de perspectivas. En una sociedad silenciada por décadas de control ideológico y censura, estas acciones tienen un impacto profundo y preocupan a un gobierno que teme perder el monopolio de la narrativa.
El MINREX, en voz de Alejandro García del Toro, Director de Temas Bilaterales, entregó a Mike Hammer una Nota Verbal en la que lo acusan de incitar al pueblo a "actos delictivos" y de actuar en contra del orden constitucional. Estas acusaciones, repetidas tantas veces por el aparato oficial, no hacen más que reforzar el temor del régimen a perder el control del relato sobre la crisis cubana, una crisis que ya no puede esconderse ni ante los ojos de diplomáticos extranjeros.
Resulta revelador que, entre las quejas del gobierno, se mencione la actitud del diplomático respecto a José Martí. El régimen, que ha utilizado por décadas la figura del Apóstol como herramienta ideológica, ahora acusa a Hammer de “manipular” su legado. La verdadera molestia radica en que el diplomático ha recordado al Martí que advirtió contra el imperialismo no solo extranjero, sino también interno: aquel que impone la miseria y la opresión bajo la bandera del “antiimperialismo”.
Esta convocatoria es un intento del gobierno cubano por intimidar, censurar y controlar el flujo de información y solidaridad internacional que se genera cuando alguien se atreve a ver, escuchar y dar voz a los cubanos comunes. La Habana teme no a una conspiración extranjera, sino a la verdad que el diplomático estadounidense está presenciando en sus recorridos por barrios olvidados y comunidades en crisis.
Con cada encuentro, con cada conversación sincera, el Encargado de Negocios evidencia lo que el gobierno quiere ocultar: que en Cuba hay hambre, desesperanza y un profundo deseo de cambio. En vez de aceptar el espejo que le pone delante un observador extranjero comprometido con los derechos humanos, la dictadura responde con la censura diplomática.
Lejos de ser una provocación, la actitud de Mike Hammer representa un acto de diplomacia humanista, centrado en escuchar y comprender. Y es precisamente eso lo que el régimen no tolera: que alguien vea la verdad sin filtros, y peor aún, que la comparta con el mundo.
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