El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana volvió a quedar marcado por la contradicción y la censura. Mientras las autoridades culturales autorizaron la proyección de un documental sobre el reguetón y la represión oficial en los años noventa, vetaron un filme biográfico dedicado a Pablo Milanés, una de las figuras más queridas de la música cubana. El episodio volvió a evidenciar las tensiones persistentes entre el cine independiente y el aparato cultural del Estado.
El director cubano Fabien Pisani vivió el contraste de primera mano. Su documental En la caliente. Historias de un guerrero del reguetón, que aborda el surgimiento del género urbano en Cuba y la persecución sufrida por artistas como Candyman, sí fue exhibido durante el festival, aunque no sin sobresaltos, cambios de horarios y amenazas de cancelación. La película, estrenada en 2024 y ganadora del Premio Gabo 2025 en la categoría de Imagen, expone cómo el reguetón fue estigmatizado por las autoridades del Partido Comunista, que lo consideraban vulgar y ajeno a los valores oficiales.
Sin embargo, el festival rechazó proyectar Para vivir. El implacable tiempo de Pablo Milanés, un retrato íntimo del cantautor y fundador de la Nueva Trova. Aunque Milanés fue durante décadas un símbolo cultural del proceso revolucionario, en sus últimos años expresó críticas abiertas al sistema, algo que, según Pisani, sigue generando incomodidad en los círculos oficiales.
“Lo que más molesta de Pablo es la sinceridad”, explicó el realizador en entrevista con la agencia EFE. “Habla sin resentimientos, pero con una claridad que cuestiona traiciones a la propia historia de la revolución y al sacrificio de un pueblo que lo entregó todo y terminó con muy poco”.
La paradoja se profundizó cuando el cartel del documental sobre Milanés, diseñado por el reconocido artista cubanoamericano Edel Rodríguez, recibió el Premio Coral al mejor cartel. Aun así, los organizadores evitaron entregar el galardón durante la ceremonia de clausura, pese a que Rodríguez había autorizado a Pisani a recogerlo en su nombre.
El filme sobre Pablo Milanés no se proyectó en los cines del festival, pero sí en un pase alternativo organizado en la embajada de Noruega en La Habana, un recurso que ya había sido utilizado el año anterior para mostrar el documental sobre el reguetón. La solución paralela confirmó, una vez más, que ciertos contenidos solo pueden circular fuera del circuito oficial.
Para Pisani, lo ocurrido no es un hecho aislado, sino parte de un patrón. “El sistema no fue capaz de asimilar el más mínimo disenso, ni siquiera cuando no cuestiona la estructura del poder, sino la manera en que funcionan las cosas”, afirmó. Esa incapacidad, añade, ha conducido a un estancamiento cultural y moral.
Las fricciones entre creadores y autoridades derivaron en 2023 en la creación de la Asamblea de Cineastas Cubanos, una plataforma independiente que agrupa a decenas de realizadores y artistas. Desde allí se reclama una conversación abierta sobre la historia y la realidad del país, una discusión que, según Pisani, sigue siendo bloqueada por el miedo institucional a la crítica.
Mientras tanto, el Festival de La Habana continúa proyectando una imagen de apertura selectiva: permite ciertas miradas incómodas, pero traza líneas rojas cuando la memoria, la música y la crítica se cruzan en figuras como Pablo Milanés.
Fuente: EFE
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